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jueves, 19 de enero de 2012

Creer y crear



Dos sencillas razones, aunque fundamentales, me condujeron a este breve comentario. La primera comenzó a gestarse hace poco tiempo, segundos después de que se me cuestionara con firmeza ¿en qué crees? La segunda, talvéz consecuencia de la primera, es la afirmación de que todo lo posible se inicia con la oportunidad de creer. No pude responder que creía en mi, tampoco dije que creía en ese instante, aunque podrían ser esas las opciones mas laicas y adecuadas para salir del paso. Súbitamente dudé de todo y empecé a sospechar que el acto de creer involucra un sentido totalmente distinto en el que pocas veces se repara.

Sobre todo cuando somos jóvenes hasta asegurar la rutina y la respuesta de los órganos vitales ante ésta para creer que se vive. Lamentablemente, en la actualidad nos limitamos a la sobrevivencia. Obedecemos a la vorágine de la ciudad, a la velocidad que dicta el tránsito por las aceras, a la sorpresa de los escaparates y al ritmo que exige la satisfacción de ciertas necesidades básicas.

Para sobrevivir no es necesario creer, basta contar con los medios adecuados que permitan solventar dichas necesidades. Para vestir, comer, coordinar el movimiento anatómico y estructurar el pensamiento común sólo es requisito pertenecer al género humano. Desde esta postura todo hombre puede arrobarse la posibilidad de creer, uno puede moverse al ritmo de un tiempo lineal, acudir al embotellamiento de todos los días, a la sobrepoblación de la ciudad y a la noticia trágica que inaugura cada mañana, y suponer que sería una locura no creer cuando la realidad no sólo llega hacia nosotros con tanta sobriedad, sino que, además nos envuelve en ella.

Sin embargo, el sentido de la existencia del hombre no radica únicamente en la capacidad de habitar lo creado, sino en la posibilidad de crear. La realidad limita en gran medida la imaginación, si se utiliza como parámetro y como la única posibilidad de existencia la dialéctica comienza a paralizarse. El hombre no sólo se halla capacitado para la sobrevivencia, es libre de habitar otras dimensiones, puede instaurarse en la dimensión de la palabra, la de los actos humanos que osan a transgredir la realidad, la de los sueños que son quizás los únicos verdaderos. Cuando el hombre empieza a soñar con los ojos abiertos derriba todas las barreras que impone la sobrevivencia y es libre para empezar a vivir.


Creer es instaurarse en el plano de lo posible aunque la realidad pueda negarlo. Los seres humanos solemos engañarnos cada vez que nos sentimos más poderosos y dueños de la realidad que habitamos, lo que hacemos es alejarnos de la libertad para creer y crear el instante de la vida. Estar en el mundo no significa creer en uno mismo, sino en las fronteras que nos impone la realidad. Hay que estar en el mundo y muy por encima de él, en el terreno de lo inefable, donde todo puede ser construido.

Citlalli B. - L.L.H.
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